Descubre cómo superar los temores que surgen en el pequeño y en los padres ante los primeros días de guardería o colegio.
Su primer día de guardería o de colegio es una pequeña prueba para tu hijo, aunque también lo es para ti: se trata de la primera “separación”.
Es un momento delicado, que se debe presentar al pequeño como una oportunidad, y no como un abandono. Da igual que la decisión tomada dependa de una exigencia laboral o sea una elección libre, puesto que los miedos, las emociones y las dudas de los padres serán las mismas en ambos casos.
Por esta razón, mamás, papás y educadores deben actuar conjuntamente, con el fin de que el niño viva esta pequeña separación de la forma menos traumática posible. Por lo tanto, es importante que la mamá (o el papá, la abuela, el canguro o cualquier otra figura de referencia) esté presente, dispuesta a apoyar al niño cuando llegue la crisis. La persona que sigue la inserción del pequeño en la guardería debe presentarle a los educadores del centro, con el fin de que vaya cogiendo confianza en ellos.
Veamos con más detalle de qué forma se puede favorecer la introducción del niño en la guardería o en el colegio, qué reglas hay que seguir, cómo y por qué.
Es importante partir de dos premisas:
• En primer lugar, un mes antes del inicio de la guardería, conviene que el niño tenga la oportunidad de separarse de su madre, aunque sea por poco tiempo. Se puede empezar con una hora y, después, se puede pasar de forma gradual a dos o tres horas. Para finalizar, la madre puede alejarse del pequeño una tarde entera. Durante el tiempo que la mamá esté fuera, el niño debe permanecer en compañía de alguien conocido con el que se sienta a gusto, ya sea un pariente o un canguro.
• En segundo lugar, es indispensable que la mamá piense que ha acertado en su decisión. Así, podrá transmitir al niño su entusiasmo por la guardería, un lugar donde podrá jugar con otros niños, establecerá sus primeras amistades y, seguramente, experimentará sus primeros pequeños y saludables conflictos.
Guardería: las reglas de oro
Existen algunas normas que resultan muy eficaces y que ayudan al pequeño y a los padres a afrontar este paso tan especial y delicado para todos.
• Antes del momento de la separación, hay que someter al niño a un período de prueba o de adaptación, para que el alejamiento le resulte menos traumático. Durante este tiempo, uno de los padres (u otra persona de referencia) debe pasar algunas horas con el pequeño, junto con las educadoras.
• Las crisis de llanto son inevitables, así que hay que evitar alarmarse y tomar conciencia de que se trata de una reacción totalmente normal. Lo importante es que el niño entienda que separación no quiere decir adiós.
• Al principio, resulta ideal optar por una fórmula a media jornada; es decir, no dejar todo el día al niño en la guardería, sino recogerle, por ejemplo, al cabo de una o dos horas. Sin embargo, hay que evitar presentarse siempre a la misma hora, coincidiendo con una actividad determinada, ya sea el canto de final de la mañana, el momento de la comida o el último juego en grupo. Los niños son “animales” de costumbres y pueden llegar a asociar una actividad concreta con la llegada o la partida de una persona.
• La fase de adaptación permite al pequeño acostumbrarse a la separación de sus padres. Este período resulta útil para el niño y para los mismos padres, ya que les permite conocer mejor a los educadores y establecer con ellos una relación de colaboración y ayuda recíproca. Al mismo tiempo, el pequeño aprende a fiarse de las personas en las que su mamá o su papá muestran confianza.
• Durante los primeros días, puede ser que el niño llore o dé claras señales de disgusto cuando se encuentra solo en la guardería, sin el apoyo de sus padres. Esta situación no debe debilitar la decisión tomada, aunque hay que entender al pequeño y concederle más tiempo para que se acostumbre al cambio. Cada niño tiene sus ritmos propios y personales, que hay que conocer y respetar.
• Hay que llevarle a la guardería con ropa cómoda y también con el chupete o el biberón que utiliza en casa: estos objetos funcionan como “elementos de transición”, porque el pequeño los relaciona con su casa y con el ambiente en el que está acostumbrado a estar, lo cual le hace sentirse seguro.
• Prohibido irse a escondidas, sin avisar al niño de nuestra partida, pensando: “Ahora que está distraído, es el mejor momento para irme. Si ve que me voy, se pondrá a llorar y, si no se da cuenta, continuará jugando sin problemas”. Se trata de un pensamiento muy difundido entre las mamás. Sin embargo, no hay que adoptar esta actitud. Según explican los educadores y los psicólogos, el niño se desespera y llora desconsoladamente cuanto se da cuenta de que la mamá ya no está; entonces, se siente perdido y, de alguna forma, traicionado. En ese momento, el pequeño piensa: “Hace un rato, mi mamá estaba aquí conmigo y, ahora, ha desaparecido. ¿Dónde estará? Quizás no vuelva”. La repentina desaparición de la mamá despierta en el niño el miedo a ser abandonado. En estos casos, los ánimos de las educadoras no sirven para nada, porque el sentimiento de dolor del niño es demasiado intenso.
• Durante la adaptación, ayúdale a identificar algunas referencias agradables del nuevo entorno. De este modo, el niño se podrá aferrar a algún juguete, a los amiguitos o a la comida cuando se encuentre lejos de los padres.
• Es importante que, en casa, le habléis de la guardería, aunque el niño no pueda comunicarse aún con las palabras. Debéis explicarle que se trata de un ambiente agradable, en el que encontrará muchos amigos. Quizás, no entienda el significado de lo que le decís, pero sentirá las emociones positivas que alimentan vuestras palabras.
• El momento de la separación debería caracterizarse por algunos gestos concretos. En este sentido, hay que otorgar cierta relevancia a la despedida, convirtiendo este momento en una especie de ritual fundamental en la adaptación del niño a la guardería.
• Es necesario que se produzca una adaptación gradual, sin dar al pequeño la sensación de que mamá o papá estarán siempre en clase con él: el pequeño tiene que entender que los padres no se quedarán allí para jugar con él.
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