¿Por qué no quiere ir a la guardería?

La psicóloga Montserrat Canudas te explica las causas por las que tu hijo no quiere ir a la guardería.


La guardería es la solución para muchas familias en las que ambos padres trabajan y, además, ayuda a la socialización del niño. Pero, a veces, los pequeños se resisten a ir y no quieren separarse de sus papás, y éstos sufren al ver llorar a su hijo y tener que dejarle solo.

La doctora Montserrat Canudas Marsinyach, licenciada en psicología clínica, especialidad infantil juvenil, y terapeuta familiar, nos explica por qué algunos niños tienen este rechazo hacia la guardería o el colegio y nos ofrece unos consejos para ayudar a que el pequeño vaya contento a esos lugares.

¿Cuáles son las causas principales por las que un niño no quiere ir a la guardería?

El niño muy pequeño no tiene una percepción clara del espacio o del tiempo. Por ese motivo, cuando se produce una separación de sus padres u otros cuidadores (abuelos, canguros, etc.), el bebé tiende a pensar que va a ser permanente, y vive ese momento de una forma muy angustiosa. Su reacción suele ser la de un llanto desconsolado con el que demanda la atención del padre o de la madre para que vuelva.

Lejos de ser un problema, este miedo a la separación es un mecanismo evolutivo que el niño irá perdiendo de forma gradual, en la medida que tenga oportunidades de experimentar con su entorno y adquiriera una cierta autonomía. De hecho, la ansiedad por la separación está presente en casi todos los niños de entre 12 y 14 meses, y es algo muy frecuente hasta los tres años de edad.

Consejos para que vaya contento a la guardería

La psicóloga Montserrat Canuda te explica cómo conseguir que el pequeño vaya contento a la guardería.

¿De qué manera los papás pueden hacer que el pequeño vaya contento a la guardería?

• El niño percibe y absorbe la ansiedad de sus padres. Por lo tanto, lo primero que deberán hacer los padres es tranquilizarse, confiar en la guardería donde dejan a sus hijos y entender que no pasa nada por estar unas horas separados. Los padres deben mostrarse tranquilos y explicar al niño que ahora se van, pero que, más tarde, regresarán a buscarlo, y que él se quedará un ratito con su señorita y sus amigos.

• Otra manera para hacer que el niño vaya más contento a la guardería consiste en acostumbrarle a estar con otras personas: dejarle con sus tíos, con amigos de la familia, etc. Así, tanto los padres como los hijos aprenderán que pueden estar bien estando separados.

• En el camino de ida a la guardería, podemos intentar explicar a nuestro hijo aspectos positivos acerca de actividades que hará y que le pueden resultar atractivas (jugar con plastilina, pintar con colores, aprender los números y las letras, leer cuentos...) o sobre los aspectos sociales (conocer otros niños, hacer nuevos amigos, etc.).

En la despedida, no hay que sucumbir a sus llantos o pataletas, ni ofrecerle golosinas para que se calme. Es bueno proporcionar al niño unas palabras breves de consuelo para reconfortarle, pero prolongarlo en exceso es perjudicial para el niño y para nosotros mismos.

Nunca hay que olvidar despedirse del pequeño. Es una tentación marcharse “a hurtadillas” cuando está distraído, para evitar el doloroso momento de la despedida, pero el niño podría vivirlo como un abandono y, al día siguiente, se mostraría más reacio a la separación.

En ocasiones, es útil darle un objeto “de transición”: un muñeco, un juguete de casa, una manta... Algo que le recuerde y le vincule a sus padres, de modo que el niño piense que una parte de sus padres se queda con él. Esta medida debe ser aprobada, previamente, por la maestra.

• En algunos casos, en niños que lloran mucho al separarse de la madre, puede disminuir el problema que sea el padre, u otro familiar o conocido el que, durante unos días, deje al niño en la guardería.

• De cualquier forma, es importante observar el humor del pequeño cuando se le va a recoger. Un niño puede llorar cuando la madre se marcha y, sin embargo, salir muy contento al mediodía o por la tarde. Lo contrario sería más preocupante.

• Cabe decir, no obstante, que si la reacción del niño a esa separación fuera desmesurada en cuanto a intensidad y se prolongase durante mucho tiempo, sería conveniente consultar a un especialista, pues podría tratarse de algo distinto a una simple ansiedad por separación, que, hasta los tres años, se considera como propio del desarrollo.

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