Antibióticos:úsalos de modo racional

Qué son los antibióticos, para qué sirven y cómo debes administrárselos a tu bebé.

La mayoría de los adultos están mal informados acerca del uso de antibióticos para tratar enfermedades respiratorias. Ésta es la conclusión a la que han llegado un grupo de científicos norteamericanos tras realizar dos encuestas a más de 400 adultos y a 275 padres con hijos menores de cinco años.

El estudio, publicado en la revista "Preventive Medecine", ha puesto de manifiesto el desconocimiento de la población sobre esta clase de fármacos. Así, la mayor parte de los entrevistados no sabían que los antibióticos son ineficaces contra los virus y que las bacterias pueden volverse resistentes a causa del empleo innecesario e incorrecto de estos medicamentos.

Aunque este trabajo se ha llevado a cabo en Estados Unidos, sus resultados podrían, perfectamente, aplicarse a nuestro país. De hecho, España es uno de los países de la Unión Europea con mayores tasas de resistencias bacterianas, y uno de los más grandes consumidores de antibióticos por habitante. Ante estos datos, hemos considerado oportuno informarte acerca de este tipo de fármacos.

Veamos, pues, para qué sirven los antibióticos, cómo debes administrárselos a tu bebé y cuáles son los efectos secundarios que se derivan de su consumo:

Qué son

Los antibióticos son un tipo de fármacos que se utilizan para curar determinadas enfermedades. Se trata de unas sustancias químicas producidas por microorganismos capaces de impedir el crecimiento de otros organismos vivos o, incluso, de destruirlos.

• En contra de lo que muchas personas creen, los antibióticos no son la "panacea universal" que cura todo tipo de dolencias. De hecho, estos medicamentos no tienen ninguna utilidad frente a los virus, que son los causantes de más del 80 por ciento de las infecciones infantiles.

• La gripe, los resfriados y la mayoría de los trastornos del aparato respiratorio, como algunos dolores de garganta o la bronquitis, son producidos por virus. Lo mismo ocurre con enfermedades como la rubéola, la varicela o el sarampión. Ante estos casos, los antibióticos son completamente ineficaces y su uso tan sólo está indicado en caso de que exista una complicación bacteriana, es decir, que una bacteria sobreinfecte la zona afectada por el virus.

• Y es que los antibióticos se utilizan fundamentalmente para curar enfermedades provocadas por determinadas bacterias y hongos. Entre las afecciones más conocidas causadas por estos organismos se encuentran la tuberculosis, la neumonía, algunas infecciones de oído (otitis) y de garganta (faringitis estreptocócica), determinados trastornos de los senos nasales (rinosinusitis) y muchas de las enfermedades del aparato urinario.

• Distinguir entre una infección vírica o una bacteriana puede resultar difícil, ya que, en ocasiones, suelen presentar síntomas muy parecidos. Por ello, el médico es el único que puede valorar la enfermedad y recomendar el medicamento adecuado para tratarla.

Tratamiento con antibióticos


• Los antibióticos deben ser utilizados siempre bajo prescripción médica. El pediatra es quien debe determinar cuál es el más adecuado, su forma de administración y su dosificación, en función de la bacteria causante de la enfermedad en el niño.

• Este tipo de fármacos puede administrarse por vía oral, tópica o inyectada. La mayoría de los antibióticos recetados por un pediatra se aplican por vía oral, debido a que este modo de administración es mucho más fácil y cómodo para la mamá, que es la que, normalmente, suministra la medicación a su bebé. No obstante, el especialista siempre escogerá aquel método que sea más útil para eliminar el germen causante de la infección.

• En cuanto a la dosis, ésta se calcula, en general, por el peso del niño y depende, entre otras cosas, de la localización de la infección. El pediatra utilizará siempre la cantidad más baja necesaria para destruir la bacteria responsable.

• La frecuencia de las tomas varía en función del tipo de antibiótico. Algunos pueden ser suministrados cada seis horas, otros cada ocho e, incluso, existen antibióticos que se administran cada 12 o 24 horas. Independientemente del intervalo, lo más importante es que los tiempos entre una toma y otra se cumplan con exactitud.

• Uno de los errores más comunes respecto al tratamiento con antibióticos es dejarlo a medias. Muchas mamás suelen dejar de darle el medicamento a su bebé cuando creen que los síntomas han remitido, lo que normalmente sucede antes de que se cumplan los días de toma recomendados por el pediatra. Este comportamiento puede provocar que el bebé tenga recaídas frecuentes y que los gérmenes causantes de la infección se vuelvan resistentes al medicamento.


Riesgos y efectos secundarios


• Cada vez que le suministras a tu hijo un antibiótico de manera incorrecta o innecesaria, aumentan las posibilidades de que se desarrollen bacterias resistentes al medicamento. Estas bacterias se acostumbran al antibiótico y se vuelven inmunes al mismo, con lo que continúan causando la infección. Esto trae consigo consecuencias muy graves, ya que enfermedades que hasta el momento se podían tratar, se están volviendo incurables. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha dado la voz de alerta ante este peligro y ha recomendado el uso racional de estos fármacos.

• Por otro lado, los antibióticos, como cualquier otro medicamento, pueden tener efectos secundarios, que normalmente acaban desapareciendo una vez ha finalizado el tratamiento. Los efectos adversos también pueden manifestarse en forma de reacción alérgica. Así, pueden producirse erupciones cutáneas, hinchazón de labios, párpados, lengua, etcétera, trastornos digestivos o incluso shocks anafilácticos.

• En contrapartida, también hay que señalar que algunos de los males que se les atribuyen no son ciertos como, por ejemplo, "que producen debilidad", "que bajan las defensas" o "que se comen los glóbulos rojos".

Algunas recomendaciones


• Evita la automedicación. Nunca suministres un antibiótico a tu hijo sin antes consultar con su pediatra.

• Administra el medicamento siguiendo exactamente las instrucciones hechas por el médico de tu hijo.

• Dale el antibiótico durante el intervalo de tiempo indicado por el especialista. No dejes de dárselo, aun cuando el niño se sienta mejor o no quiera tomarlo.

• Nunca administres un antibiótico para curar una infección vírica, como puede ser un resfriado, una tos o la gripe.

• Tampoco los utilices en caso de fiebre. Estos fármacos no son antitérmicos, por lo que no sirven para tratar la fiebre de tu hijo.

• Si el niño presenta alguna reacción al antibiótico, consulta inmediatamente a su pediatra. Él hará las investigaciones pertinentes y valorará la posibilidad de cambiarle la medicación.

No hay comentarios: