TRASTORNOS DE LA CONDUCTA

TRASTORNO DE LA CONDUCTA O TRASTORNO DISOCIAL

Dentro de los trastornos de conducta, el trastorno disocial es uno de los más característicos; suele ir asociado con conflictos familiares, pobreza, defectos genéticos y adicción a drogas o alcoholismo de parte de los progenitores. Si hiciésemos una breve incursión histórica sobre los autores que han trabajado en el estudio de la conducta infantil, veríamos que el interés suscitado por esta temática proviene del siglo XIX; los autores de la época englobaban los problemas de la conducta en la infancia con aquellos otros relacionados con la hiperactividad, bajo el epígrafe de “niños inestables”, como los denominaba Bourneville. Tras este autor siguieron sus pasos otros de la talla de Still (1902) o Heuyer, para quien la conducta disocial de estos chicos se debía a factores psicosociales. Heuyer los denominaba como “niños anormales y delincuentes juveniles”. No será, sin embargo, hasta mediados del siglo XX cuando este trastorno encuentre su correcta delimitación desde un punto de vista clínico, hasta llegar a su actual denominación como Trastorno de Conducta. Es el momento en el que se analizan los síntomas más evidentes de este comportamiento como las rabietas no controlables, la agresividad hacia sus compañeros y familiares y toda una amplia gama de manifestaciones, como iremos analizando en los apartados siguientes.

Nosotros, para el análisis de este trastorno hemos seguido los criterios establecidos tanto por el DSM-IV como por el CIE 10, de la OMS. A partir de ellos nuestra única pretensión ha sido acercarnos a su problemática, al mismo tiempo que dar unas pequeñas indicaciones sobre su tratamiento, según la información ofrecida por los expertos en esta materia.

El trastorno de conducta o trastorno disocial
¿Cómo se supera este trastorno?
¿Qué hacer los padres?
Asociaciones y páginas web de interés

El trastorno de conducta o trastorno disocial

Se entiende como trastorno de conducta a la alteración del comportamiento, que se manifiesta de una manera antisocial, ya desde la infancia, y que se refleja en una serie de violaciones de normas que no son propias de la edad, como los enfrentamientos con otros niños; escaparse de clase, etc., y que son consideradas más allá que la propia “maldad infantil” o rebeldía del adolescente. Estas manifestaciones van unidas a una serie de situaciones familiares, sociales, escolares que las van a potenciar. Aunque aparecen en etapas infantiles, pueden continuar y se amplia en la edad adulta. Por otra parte, indicar que este trastorno afecta, al igual que ocurre con el TDAH, en mayor medida más a los niños que a las niñas, en porcentajes que van entre el 6 y el 16 por ciento para los niños y entre el 2 y el 9 por ciento para las niñas.

Este tipo de trastorno disocial suele ir precedido de otro trastorno, el negativista desafiante, que aparece con mayor frecuencia en los años preescolares, mientras que el trastorno de conducta aparece en niños mayores, en adolescentes. Esta opinión, sin embargo, hoy en día es discutida por algunos autores.

¿Cómo se manifiesta?

Los síntomas del trastorno disocial van unidos a un tipo de comportamiento repetitivo y persistente en el que se violan los derechos básicos de las personas, así como normas sociales propias de la edad. Según los criterios establecidos por el DSM-IV la edad en la que suele aparecer es a partir de los 15 años. Los expertos nos ponen sobre aviso de que algunos de estos síntomas pueden mostrarse también en niños que no padecen este tipo de trastorno de conducta, siendo más frecuente su aparición en aquellos que padecen TDAH. Asimismo, suele manifestarse junto con otros trastornos de la salud mental como, por ejemplo, los trastornos del estado de ánimo, de ansiedad, de estrés postraumático, abuso de drogas, trastornos del aprendizaje, etc. Como se ve síntomas más propios de un trastorno de conducta negativista y desafiante, considerado por algunos autores como fase previa al trastorno disocial. Los padres habrán de estar muy atentos a estos síntomas y recurrir al médico cuando considere que su hijo presenta un cuadro parecido. Los síntomas más frecuentes, según el DSM-IV, van acompañados de los siguientes comportamientos:

Comportamiento agresivo, que se manifiesta tanto hacia las personas como hacia los animales, sin que exista una afectación emocional, al menos en apariencia. Suele ir unida a una amenaza o a un daño físico a otras personas, reflejada en una conducta intimidatoria; enfrentamientos físicos; acciones violentas hacia los demás; utilización de armas (palos, piedras, cuchillos, botellas rotas, pistolas); suele ser cruel con las personas y los animales; roba a sus víctimas; fuerza a otras personas a mantener una relación sexual con él; se manifiesta de una manera cruel con los animales.

Comportamiento destructor, caracterizado por un vandalismo y un espíritu destructor de la propiedad privada, generalmente de los otros, que puede llegar, incluso, al incendio intencionado de esa propiedad. El fin no es otro que el de causar el mayor daño posible.

Falsedad y engaño. Se caracteriza porque fuerza la entrada en el edificio, casa o automóvil de otras personas; utiliza la mentira para obtener aquello que de otra forma no alcanzaría o para evitar la ejecución de sus obligaciones; es un mentiroso incumplidor. Su objetivo único y prioritario va encaminado a conseguir sus propósitos.

Violación de reglas. En este apartado nos referimos a aquellas reglas que son propias de los niños y adolescentes, como las relacionadas con la no asistencia a clase (hacer novillos); realizar bromas pesadas; travesuras de todo tipo; pasar la noche fuera de casa, pese a la negativa de los padres; etc.

Los primeros síntomas, sin embargo, suelen ser más simples y a veces nos pueden confundir con la evolución propia de la edad. Estos síntomas o "señales de alerta" son: una ira intensa; ataques de furia o pataletas; una irritabilidad e impulsividad extremas; y frustrarse con facilidad. A consecuencia de todo ello el niño que padece un trastorno disocial sufre un fuerte deterioro en su vida social, académica o laboral. Por último, conviene señalar que los trastornos de conducta presentan, en cuanto al sexo, una serie de diferencias; así, por ejemplo, en los chicos se observan conductas agresivas y violentas, mientras que en las chicas son más frecuentes los incumplimientos normativos.

Atendiendo a los criterios establecidos por CIE 10, los trastornos disociales más característicos son:

Trastorno disocial limitado al contexto familiar. Son niños que muestran su agresividad o violencia únicamente dentro del entorno familiar y que se refleja en robos de dinero a algunos miembros de la familia; roturas de objetos, ropas y enseres o pertenencias propias de la familia; pueden llegar, incluso, a provocar el incendio de la casa.

El origen se puede encontrar en un fuerte enfrentamiento entre el chico y un miembro de la familia.

Trastorno disocial en niños no socializados. En este trastorno se combina un comportamiento disocial agresivo con una importante dificultad para las relaciones personales con otros chicos.

Son chicos que son rechazados por los demás chicos de su edad, con los que mantienen un enfrentamiento; tampoco encuentran facilidad para tratar con los adultos. Todo ello les lleva a tener una grave falta de afectividad. A veces suele convertirse en delincuente en solitario, apareciendo entonces todos lo síntomas mencionados: violencia, peleas, robos, etc.

Trastorno disocial en niños socializados. A diferencia del caso anterior aparece en chicos que se encuentran integrados en grupos, con una fuerte socialización. Su relación con los adultos y con su familia suele ser conflictiva. Normalmente, sin embargo, actúa fuera del ámbito familiar, siendo su radio de acción más el escolar, donde se rodea de una pandilla con la que llevar a cabo los delitos (robos, intimidaciones, etc.); aunque la mayoría de las ocasiones se queda en una mera ausencia escolar.

Trastorno disocial desafiante y oposicionista. Este trastorno se circunscribe a los chicos menores de diez años y se caracteriza porque éstos muestran una clara tendencia desafiante, desobediente y provocadora, que va más allá de las típicas travesuras pero sin llegar a comportamientos tan agresivos y violentos como los anteriores. El comportamiento de este tipo de chicos está más relacionado con una oposición activa hacia todo aquello que les ordenan los adultos, especialmente, los padres y profesores, así como a molestarles intencionadamente. Son chicos fácilmente irascibles, pierden el control con facilidad y se enfrentan con aquellos que le echan en cara sus fallos.

Trastornos disociales y de las emociones mixtos. Son aquellos trastornos caracterizados por una combinación de comportamientos de tipo agresivo, disocial o retador, que suelen ir acompañadas de cuadros depresivos, de ansiedad, etc. Sus principales subtipos son:

- Trastorno disocial depresivo: se combinan algunos rasgos de trastorno disocial de la infancia con otros de depresión persistente que originan sentimientos de infelicidad o pérdida de interés por todo lo habitual.

- Otros trastornos disociales y de las emociones mixtos. Combinan trastornos disociales de la infancia con otros como ansiedad, temores, fobias, despersonalización, etc.


Causas que originan el Trastorno de Conducta

Este comportamiento agresivo y violento, que puede incluso llevar al menor a la utilización de armas de fuego, va generalmente unido a una serie de causas multifactoriales que han provocado esta situación. Algunas de las más significativas son:

Relación de este trastorno con una afección en el lóbulo frontal del cerebro, lo que impide a estos niños llevar a cabo actuaciones de planificación o evitación de riesgos, así como aprender de sus experiencias negativas.

Factores de origen genético, heredados de la familia. En este sentido es frecuente encontrar en el entorno del niño familiares con trastornos mentales graves, como esquizofrenia, paranoia, trastornos de la personalidad o anormalidades neurológicas.

Es frecuente, también, encontrar niños con trastornos de la conducta que presentan síntomas del Trastorno de la Atención e Hiperactividad.

Familias desestructuradas y con problemas graves entre sus miembros, que no suelen contar con el necesario apoyo familiar. Suelen ser hijos de familias marginales y muy inestables: los padres se han divorciado; son hijos de madre soltera o de padres en paro. Estas situaciones han llegado a provocar que estos niños sufran en sus propias carnes la violencia en el hogar.

Problemas de rechazo social; niños que no son bien aceptados entre el resto de sus compañeros.

Bajo nivel socioeconómico en la familia (pobreza, carencia de medios, necesidades económicas de todo tipo).

Comportamiento agresivo o violencia previa. A veces, va unido a situaciones de abuso físico o sexual, donde ellos han sido las víctimas.

Exposición a la violencia en los medios de difusión (televisión, radio, etc.).

Uso de drogas o de alcohol, o de ambos.

Presencia de armas de fuego en la casa.

Daño cerebral debido a heridas en la cabeza.

Convivir con compañeros delincuentes.

Algunos autores encuentran una asociación entre este trastorno y los trastornos de la personalidad, en especial los referidos a la personalidad sádica, que es uno de los síntomas más destructivos de este trastorno. Este afán destructivo lo dirigen hacia los demás y se identifica al principio de la edad adulta. En los niños se presenta en forma de crueldad hacia los animales.

¿Cómo se supera este trastorno?

En primer lugar, debemos de tener muy claro que nuestro hijo o alumno tiene un trastorno de conducta, de ahí la importancia que tiene acudir a médicos especializados (psiquiatras) que serán los que nos den un diagnóstico preciso; para ello será fundamental la información aportada por los propios padres y profesores. Una vez que los psiquiatras han diagnosticado que el niño tiene un trastorno de conducta se le pondrá un tratamiento temprano que ayude a prevenir problemas futuros. Por otra parte, se tendrá en cuenta que el trastorno de conducta suele manifestarse con otros trastornos de la salud mental como la ansiedad, estrés, hiperactividad, etc., y que deben de recibir un rápido tratamiento.

El tratamiento a seguir dependerá de diversas circunstancias y que tendrá muy en cuenta el médico. Entre ellas: la edad del niño y su estado general; los síntomas que presente; su tolerancia a determinados medicamentos; etc. Los expertos nos señalan los siguientes puntos a la hora de poner un tratamiento (ver http://www.healthsystem.virginia.edu/UVAHealth/adult_mentalhealth_sp/condis.cfm):

Un enfoque cognitivo-conductista, cuyo objetivo es “aumentar la capacidad del paciente de resolver los problemas y sus habilidades de comunicación, así como promover técnicas para controlar los impulsos y la ira”.

Terapia familiar, dirigida a introducir una serie de cambios dentro de la familia y a mejorar la comunicación y las relaciones entre sus miembros. Se trata, por otra parte, también de un entrenamiento del joven dirigido a resolver sus problemas. Asimismo, es muy importante un adiestramiento educativo de los padres; según el Gabinete Médico Psicológico del doctor Juan Romeu, este entrenamiento ha sido muy efectivo, hasta el punto de haber disminuido la conducta agresiva y provocativa de los chicos hasta las mismas tasas de sus compañeros no problemáticos.

Terapia de grupo con los compañeros, que pretende mejorar las capacidades de socialización de los individuos. Esta ayuda es muy importante que se lleve a cabo desde la escuela, donde se ofrecerá un apoyo desde el servicio de psicología y de todo el claustro, en general.

Medicamentos. No se disponen de fármacos específicos para el trastorno de conducta. Sí se ha comprobado que la utilización de ciertas técnicas de modificación de conducta en unión de ciertos medicamentos han alcanzado una modificación de ciertas conductas agresivas.

Para el doctor Juan Romeu es muy efectiva la terapia de conducta para el tratamiento de conductas específicas y todavía es mayor cuando se combina con el adiestramiento de los padres. Aunque para llevar a cabo tales terapias aconseja su aplicación en centros especialmente dedicados al acogimiento, tratamiento y reinserción de los niños con tales alteraciones.

No obstante, la medida más eficaz será una prevención a tiempo del trastorno, en el que tendrán mucho que ver padres y maestros, que ante cualquier síntoma de agresividad por parte del niño deben ponerse en alerta.

¿Qué hacer los padres?

Los que mejor conocen a sus hijos, sin duda alguna, son los padres, por eso han de tener sumo cuidado en no quitar importancia a algunos comportamientos que ven en sus hijos y que no siempre se les puede achacar a aspectos meramente evolutivos; son frecuentes entre los padres expresiones como las siguientes, ante el comportamiento agresivo de sus hijos: “es una rabieta de niños” o “ya se le pasará cuando madure”, etc. Los padres, ante el menor síntoma de que su hijo padece un trastorno de conducta deben poner los medios adecuados para su corrección. Para ello se pondrán en manos de especialistas médicos que le aconsejarán la mejor forma de lograrlo, así como mantener una comunicación directa con la escuela, con el fin de que la ayuda ofrecida al niño entre los padres y profesores sea más completa.

Algunos de estos comportamientos se pueden impedir o, al menos, reducir si se ponen las medidas adecuadas. Las estrategias que proponen los expertos van encaminadas a la prevención del abuso infantil; a una buena educación sexual; a la potenciación de programas de intervención temprana; a la supervisión de la programación infantil de la televisión, eliminando escenas de violencia, etc.

Asimismo, se pueden evitar situaciones de riesgo en las que los padres tienen mucho que decir y que están directamente relacionadas con su vida familiar y de pareja. En este sentido indicar que se deben de evitar discusiones de pareja delante de los hijos, así como involucrarles en estas discusiones o evitar tomar decisiones contrarias a la hora de enfrentarse con un problema familiar. En toda esta dinámica es muy importante la uniformidad de los criterios y la serenidad a la hora de enfrentarse al problema.

En otro orden, incidir en la importancia que tiene dar ejemplo a los hijos de todo aquello que criticamos: no tomar drogas ni alcohol; controlar que tampoco ellos las tomen, etc. O estar siempre en contacto con el colegio y con los maestros.

En definitiva, los padres tienen una importante labor en todo este proceso. Algunos expertos en la materia han definido como básicos las siguientes actuaciones que se pueden llevar a cabo en nuestras casas cuando nos enfrentamos a un niño con problemas de conducta (tomado de http://www.mhcs.health.nsw.gov.au/health-public-affairs/mhcs/pdfs/6435/DOH-6435-SPA.pdf):

Reconocer las virtudes de los hijos.
Alabarles cuando hacen lo correcto.
Hacer las cosas que les gusta hacer a ellos y no las nuestras.
Escucharles.
Tener un criterio amplio y justo.
No inculpar a nadie cuando hacemos lo incorrecto.
Mostrarles el camino de la solución de los problemas
Estimularles con el ejemplo.
Evitar enfrentamientos de pareja.
Establecer normas justas.
Permitir el diálogo en la familia.
No castigarles severamente ante una conducta agresiva, ya que eso refuerza su conducta, al sentirse más aislado, todavía, socialmente.

Asociaciones y páginas web de interés

Asociación de Padres de Niños Autistas y Niños con Trastornos de Conducta
Paseo de San José 116, 1º, Las Palmas de Gran Canaria

A continuación ofrecemos algunas páginas web en las que se puede encontrar y ampliar la información ofrecida en este artículo.

American Academy of Child and Adolescent Psychiatry (AACAP) http://www.aacap.org/publications/apntsFam/fff33.htm
http://biblioteca.consultapsi.com/DSM/Dsmadd.htm
http://www.healthsystem.virginia.edu/UVAHealth/adult_mentalhealth_sp/condis.cfm
http://portal.vozprosaludmental.org.mx/modules.php?name=News&file=article&sid=23
http://www.nlm.nih.gov/medlineplus/spanish/childbehaviordisorders.html

1 comentario:

Unknown dijo...

tengo a mi niña de 16 con las mismas características dscriptas en el articulo, este problema ha sucedido practicamente en gran parte de su infancia y se potencio en la adolescencia yo no sabia que esto era un trastorno y ahora que lo descubri ella se niega a seguir un tratamiento y nuestra relacion es muy dificil ustedes que me recomiendan. Ana de Argentina